Eduardo J. Zuleta R.
El problema que resume el epígrafe es cada vez más complejo porque prácticamente estamos redondeando los tres lustros con él en nuestro Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), creación planteada por el Comandante Eterno el 15 de diciembre de 2006 y fundado el 14 de marzo de 2008, pero de tanto mantenerlo irresoluto se ha hecho asunto permanente de análisis no pocas veces controversial. El asunto se torna de tiempo en tiempo muy acuciante, muy candente, particularmente en los momentos de toma de decisiones en lo correspondiente a la elección de autoridades del partido y/o de candidatos(as) para cargos públicos de elección popular. Y, ante ello, lo es más grave y peligroso cuando buena parte de su militancia, simpatizantes y amigos asumen el mayor tenor de dudas sobre los mecanismos asumidos y mayormente sobre los resultados obtenidos. Hemos tenido oportunidad de observarlo y vivirlo con motivo de las experiencias relativas a los procesos, por un lado, de consulta (27/5/2021) para designar precandidatos, y, por otro, de elegir entre éstos (8/8/2021) a los(as) candidatos(as) para los distintos cargos a nivel de gobernación y de alcaldía, a participar en las elecciones nacionales del próximo 21 de noviembre. Situación ésta que de no asumirse y canalizarse debida y oportunamente podría conllevar a una irremisible crisis que atentaría contra la “permanencia” del PSUV que “se desarrolla en la estrategia que tiene al partido y al gobierno como brazos ejecutores del poder revolucionario del pueblo” (El Libro Rojo. Documentos Fundamentales.p.27).
En respeto a los hechos, hay que reconocer sin reservas que en el PSUV se le ha dado espacio y tiempo a la discusión libre, sin cortapisas de ninguna naturaleza y carácter, que ha permitido teorizar mucho y bien sobre la correlación dialéctica entre “democracia interna” y la “conciencia política” de su militancia para la conformación y promulgación de la “unidad revolucionaria” política, ideológica y programática en el seno tanto del partido como en el pueblo. Teorización que queda evidenciada en los contenidos de los documentos, entre otros, “El Discurso de la Unidad” (2006), “Lineas Estratégicas de Acción Política” (2011) y “El Libro Rojo. Documentos Fundamentales” (2011).
Así es de recogerse, mediante consiguientes parafraseos, en cuanto a lo tocante a la “democracia interna”, que “el Partido Socialista Unido deberá ser el más democrático de los partidos de la historia de Venezuela”, así, “dentro de él se discutirá, se abrirá el compás”. Por tanto, “en este partido se eligirá por la base a los líderes. Eso permitirá que aparezcan los verdaderos liderazgos”. En consecuencia, tenemos que asumir que “ya basta del dedito, del dedo”. De aquí que en momentos de toma de decisiones de candidaturas “es mejor que ellas vengan desde abajo, desde las bases. Que sea el pueblo el que tome las decisiones” (Hugo Chávez. El Discurso de la Unidad.p.30). No obstante, hay otro punto a precisar y es que el PSUV no debe quedar sólo “orientado por fines electorales aún cuando estará en condiciones de dar batallas electorales, como hemos venido dando. Tiene que trascender lo electoral” (Ídem.p34). Sino que, en muchos momentos y lugares, “hay que levantar la batalla de ideas sobre el proyecto socialista. Y para eso todos deb(emos) estudiar mucho, leer mucho, discutir mucho.(..) Debemos profundizar en el tema del socialismo (Ídem.p.36).
Si, como se sabe, lo electoral es consustancial a la democracia, la asunción de tal precepto ha supuesto para el PSUV el fortalecimiento de la “democracia interna” ajustando su ejercicio en la toma de decisiones y elecciones apelando y utilizando diversas métodos, a los fines de que se corresponda a tal necesidad. De los métodos a emplearse y empleados no hay que prejuzgar que son buenos o son malos, sino que son los adecuados actualmente. Éstos están indicados en el Artículo 5, sobre los “métodos de la democracia interna”, Estatutos del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), donde se precisa al respecto: “elección directa, universal y secreta; cooptación; elecciones de primero, segundo y tercer grado; opinión y consenso, los cuales se determinarán por las diversas instancias de dirección de acuerdo a las condiciones políticas” (El Libro Rojo: 29).
Dicha condición funcional ya está resuelta en el plano jurídico desde el momento en que los susodichos estatutos conciben a lo largo de su articulado que el PSUV es un partido de naturaleza y carácter democrático. Lo está también en el plano político, porque existe un incuestionable consenso en favor del principio de la participación con “disciplina consciente en base a la línea política, al programa y los estatutos que rigen la vida del partido” (Art. 4. De los Principios Organizativos. Ídem.p.29). Con “disciplina consciente basada en la crítica y la autocrítica” (Art.6. De la Militancia. Ídem.p.30). En el “ejercicio constante de la crítica y autocrítica, ante los propios errores y los de los otros u otras, con un estilo correcto dirigido a la superación de los errores” (Art.4.Ídem.p.29). Pero, en el irrenunciable derecho de participación, “formular las críticas sólo dentro de las instancias del partido con su debida fundamentación” (Art.8.Derechos del o la militante.Ídem.p.30).
Siendo esto así, lo imperativo es el reconocimiento por parte de los distintos miembros de la dirección del partido de los derechos del o de la militante de “postular y ser postulado o postulada para los distintos órganos de dirección del partido y para los cargos de elección popular”, junto al de “plantear ideas, proyectos y programas a las distintas instancias de dirección del partido” (Ídem). Pero ello, siempre y cuando el o la militante asuma el cumplimiento de los deberes que establecen “cumplir con los valores éticos-morales, formación, autoformación, disciplina, solidaridad y amor revolucionario”, y “acatar y cumplir los lineamientos e instrucciones, emanados de los distintas instancias de dirección del partido” (Art.9. Ídem.p.31).
Planteadas así las cosas, entonces, nuestro Partido Socialista Unido de Venezuela debe ser y seguir siendo el que se organice y funcione conforme al principio de la democracia socialista conocido como “Centralismo Democrático”. Entendido y asumido como “la subordinación del conjunto de la organización a la dirección; la subordinación de todos los militantes a sus organismos; la subordinación de la minoría a la mayoría; el control del cumplimiento de las decisiones del partido de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba; al carácter electivo de todos los órganos de dirección y el principio de dirección colectiva (responsabilidades individuales y colectivas), fundamentados todos en la disciplina consciente en base a la línea política, al programa y los estatutos que rigen la vida del partido” (Art.4. De los principios Organizativos.Ídem.p28).
Llegados hasta aquí en este obligadamente apretado análisis del asunto abordado se hace momento para sugerirse que una adecuada solución, o un paliativo cuando menos, está en unir voluntades para el más pronto gran debate abierto y profundo del mismo y darlo en el seno del partido en pro de la irreversibilidad del proceso revolucionario bolivariano chavista y no degastarnos en luchas intestinas donde “la sangre llegue al rio”, en debilitamiento o destrucción del PSUV.
El otro aspecto del asunto en consideración, y el que más nos interesa señalar ahora como segunda parte de este artículo por entregas, es el relativo a la conciencia revolucionaria. La pregunta que emana de entrada es si es lograble en la mayoría de los y las militantes tan insustituible condición para llegar a ser tales; aún más, la pregunta si se está trabajando sostenida y organizadamente en el PSUV en esa dirección. No se requiere mayor esfuerzo de evaluación al respecto para contestar no. Ahora bien, si eso es así y va a seguir así, entonces cabe esperar que en adelante nuestro partido se resentirá de crónicas debilidades y amenazas que se irán acrecentando hasta la insolubilidad atentando contra la permanencia del PSUV y el consecuente proceso revolucionario.
Un rasgo característico de los partidos políticos es la carencia de una mayoría significativa de “militantes concientes”. Por regla general, en los partidos políticos y, lamentablemente digámoslo sin complejo alguno, los partidos de izquierda o de avanzada progresista, como en nuestro PSUV, hay descuido en asumir la insoslayable responsabilidad de atender la formación permanente de sus correligionarios. Si se da algo de ella, ésta es espamódica y coyuntural. La preocupación aún mayormente sería que tal situación sea manifestación de una mermada vida intelectual política, lo cual demostrablemente no es. Es un defecto corregible de organización. Por lo demás, hay pruebas suficientes de la existencia de muchas y variadas actividades de producción, presentación y discusión de ideas; de publicación de libros, folletos, periódicos y boletines; realización de talleres de investigación, entre otras, que hacen del partido un ámbito fecundo de “vida espiritual”. Lo que pasa es que tal vida y sus productos no son partes sustantiva de todo lo que como contenido debería ser parte de una acción de formación permanente de todos y todas que forman el universo de militantes del PSUV.
Es conveniente precisar que en este fallo corresponde tanto a los personeros que tienen en sus manos la pesada responsabilidad de dirigir al partido, como a los y las militantes, el compartir las cuotas de culpa por la situación de precariedad existente en la debida formación ideológica y política que sin pretextos todos y todas necesitamos. Esta corresponsabilidad en el susodicho fallo ha quedado constatado, en el caso de las autoridades, al no comprometer su mayor y mejor empeño en darle atención a la letra y espíritu del Artículo 10: Compromiso del y la militante con el estudio teórico y práctico” (El Libro Rojo. Documentos Fundamentales.p32). Pensamos que si bien han compartido la declaración de “la formación y autoformación socialista” como un “valor fundamental”, sin embargo, no se ha hecho todo y bien en cuanto a entonces constituir “un Sistema de Formación política e ideológica” que, a su vez, “deberá ser una de las coordinaciones nacionales dentro de la estructura funcional y el método organizativo deberá responder al principio de organización territorial y sectorial del partido”. En este sentido, por lo tanto, “se fomentará la formación de todos y todas las militantes del partido en su Doctrina, Estatutos, Principios, Programas y Documentos Oficiales. Priorizando el estudio profundo del Bolivarianismo, nuestra historia, el pensamiento crítico universal y el marxismo como base para el análisis dialéctico de las experiencias humanas, todo ésto aunado al trabajo voluntario, garantizando la formación teórica y práctica de cada una uno de las y los militantes” (Ídem).
Mientras que el frente ocupado por nosotros, militantes del PSUV, quienes a partir de ser mayores de 15 años nos inscribimos y somos admitidos formalmente por la instancia correspondiente y, así, aceptar y asumir “los estatutos, la declaración de principios y el programa del partido” (Art.7: Es militante del Partido Socialista Unido de Venezuela.Ídem.p.30), no hemos hecho satisfactoria la responsabilidad de cumplir con uno de los fundamentales deberes que como militantes nos corresponde. A saber: “Formarse y autoformarse dentro del Sistema de Formación del PSUV”.
Consideramos necesarios estas incompletas reflexiones en circunstancias en que se hacen cuestionables los roles desempeñados por las autoridades y los y las militantes ante el compromiso de aquéllos de organizar el Sistema de Formación Política e Ideológica del PSUV y de éstos y éstas por no asumir con interés e integralidad el deber de darse tal formación. Situación que sin más da pávulo al factor de “estrechez de miras” en unos y en unas generando el “caldo de cultivo” para que se impongan las “hormonas” sobre las “neuronas”, es decir, en expresión más lineal, lo emocional sobre lo racional, en las apreciaciones de los hechos y sus consecuencias. Tal como se pudo verificar ante el proceso de consulta y electoral interno último y sus resultados.
Estas reflexiones vienen también al caso por tratarse de una situación de permanencia o no de un proceso sociopolíticoeconómicocultural de base revolucionaria socialista para la transformación del país, de la Patria de Bolivar, y de una organización partidista correspondiente como lo es nuestro PSUV. Ambos de reciente data. Con apenas veintidos y trece años de vida, respectivamente. Que si bien son realidades con cuerpos ideopolíticos y de devenires históricos de apreciable consistencia requieren, no obstante, por un lado, la construcción de su propia filosofía a partir de la consideración y estimación de nuestra específica realidad pasada y presente social-cultural y físico-natural, con la mirada puesta en lo por venir, guiados por los preceptos rodriguereano y mariateguiano de “inventamos o erramos” y que “debe ser creación heroíca”, respectivamente. Pero, por otro, tal trabajo de elaboración teórico-conceptual y principista-doctrinario, como lo exige la ideación del dominado “Socialismo del Siglo XXI”, para ser luz sobre el camino a recorrer y la marcha no sea azorosa, caprichosa y en círculo, exige como conditio sine qua non que los copartidarios se empinen en el esfuerzo sostenido de fortalecerse intelectual y ético-moralmente a través del estudio mediante los procesos propios del heteroaprendizaje, coaprendizaje y autoaprendizaje, poniéndose a cubierto de devenir en una suerte de miembros caídos en la inacción mental y física, lo que de ocurrir atentaría con la permanencia del partido en línea al reto de generar la irreversibilidad del proceso revolucionario bolivarianochavista en transición. Ello determina que las autoridades del PSUV, provistas de una visión clara del rol que le corresponde jugar a éste en el cumplimiento de la función intelectual y educativa en el tiempo que vivimos, habilitarán determinadamente el Sistema de Formación Política e Ideológica. El sistema que en el marco de “órgano adscrito a la Dirección Nacional del partido”, es el “encargado de la formación político-ideológica de toda la militancia, la cual se organizará en colectivos de gestión estadal, municipal y comunal. Las modalidades serán: La autoformación , la formación en patrullas y la Escuela de Cuadros” (Ídem. Art.16. Sistema de Formación Socialista.p.34).
No obstante, es necesario señalar algo, no sin generar cierta sorpresa, que se sabe en demasía: que la adquisición y desarrollo de la “Conciencia revolucionaria” en los militantes como en la masa no se corresponde con la concepción “innatista” según la cual hay que dejar que sea cuestión de las capacidades naturales o espontáneas que habiéndose nacido con ellas sólo resta mantenerse a la expectativa del esperado momento en que, por cualquier circunstancia, se manifiesta tal conciencia que yacía en estado de latencia en cada uno o una. Sino, por el contrario, se corresponde con la concepción de los que sostiene que la “conciencia revolucionaria” es una cualidad susceptible de adquirirse mediante un esfuerzo sistemático, metódico e intencionado hetero-dirigido formalmente y/o mediante otro autoprocurado informalmente.
Es conveniente, entonces, tener en clara cuenta que, por una parte, los y las socialistas debemos asumir que “la construcción de la nueva sociedad socialista requiere de militantes que con la sabiduría del pueblo, la experiencia, la formación científica y el compromiso de justicia e igualdad, desarrolle un pensamiento crítico constructivo y comprometido para despejar las incognitas en la transición al socialismo. Igualmente, reconocemos el valor de la autocrítica para ser capaces de aceptar la crítica y rectificar los propios errores” (Ídem. Art.38. Reglas Éticas.p.44). Así, como también, los y las militantes del PSUV debemos comprometernos “en elevar nuestro nivel de conciencia en el estudio continuo y riguroso de la realidad socio-económica, de nuestro propio camino al socialismo y de las experiencias políticas y sociales del movimiento revolucionario internacional. A ello debe corresponderle una práctica creadora con y junto al pueblo trabajador, compartiendo sus luchas, sus victorias y derrotas” (Ídem.p.45).
Por otra parte, para ello, “es tarea fundamental del partido elevar la conciencia revolucionaria de la masa, organizarla y formarla para la lucha por la conquista del poder, elevar su nivel de conciencia filosófica, política, ideológica, moral y organizativa para lograr la transformación de patrones de representatividad en patrones de democracia participativa y protagónica.(…) Así mismo significa en lo ideológico, asumir el socialismo bolivariano como nuestro ideal de sociedad, de modelo político y de Estado. Bajo estas orientaciones, el partido debe ser un instrumento de lucha para la emancipación, una herramienta política unificadora y un órgano de control político, económico, financiero y social del gobierno en toda su estructura, bajo el fundamento de la concepción socialista del partido” (Ídem. Del Estado capitalista burgués al Estado Socialista. Restituir el poder al pueblo: Construcción del poder popular.p.p16-17).
Lo expresado hasta aquí y partiendo de las premisas anteriores se puede establecer que la “conciencia revolucionaria”, asumida atrevidamente ante la complejidad existente de significarle consensualmente, en un sentido convencional básico, relaciona al “estado de conocimiento” mayor y mejor posible de una persona en lo “que es” tanto las cosas y los y las demás, como sí misma, pero con el reconocimiento de la existencia del movimiento, del cambio y de la contradicción como el motor de la transformación intencionada. Es notorio que no estamos refiriéndonos a la “conciencia pura”, si no a la “concreta”, provista de la correlación de los sentimientos, los pensamientos, los conocimientos, las palabras y las acciones. Ahora bien, tal “estado de conocimiento” entendido así, como construcción de la unidad de forma y fondo de lo “que es”, debe ser estructurado, orgánico, para favorecer la actividad mental de permitir seguir conociendo en un empeño creativo que afirme o niegue la situación actual de lo “que es” y, que con esta base de conocimientos razonados, tomar decisiones y asumir posiciones políticas revolucionarias.
Cumplido como ha sido la elaboración y presentación de las dos primeras entregas, se nos plantea en ésta el compromiso de asumir el nuevo asunto problema que afrontamos sin dilación. Hasta ahora prestamos atención a lo tocante, en primer lugar, a la democracia y lo electoral y los principios de la participación, la disciplina consciente y el Centralismo Democrático. Como se intento enfocar, todo en la relatividad del contexto del Partido Socialista Unido de Venezuela. No buscando hacerlo a través de presentar alguna innovación política por lo demás, sino reconocer el desenvolvimiento de un proceso organizativo en marcha que difícilmente podrá ser detenido en procura de su perfeccionamiento posible. Y, en segundo término, al juego de reflexiones relativos al reconocimiento del valor fundamental que tiene para las autoridades del PSUV y para todos y todas las y las militantes el deber de asumirse la formación y autoformación de la conciencia socialista. Deber ante el cual las autoridades partidistas tienen que asumir sin más prorroga la organización y puesta en funcionamiento en firme de Sistema de Formación Política e Ideológica del partido. Mientras que los y las militantes el de cumplirlo, más sobre la base del auto llamado, de la autoimposición que por las órdenes de las autoridades, hasta conquistar la condición de cuadros revolucionarios. Más así, entre ambos factores, asumir la tarea de elevar cualicuantitativamente la conciencia revolucionaria de la masa, del pueblo haciéndosele Sujeto de la Revolución en tanto actor participativo protagónico y no objeto inactivo de ella como simple agente usufructuador.
Llegados a este punto de las reflexiones destacadas, se plantea ineludiblemente la siguiente pregunta: ¿qué compromiso de análisis seguir en lo restante?. Solo existe dos alternativas: Asumir que lo dicho hasta aquí basta por ahora para dar por alcanzado el propósito de haberle aportado la mayor y mejor explicación a las categorías democracia y conciencia política en tanto realidades independientes. O, lo cautivante del reto cognitivo de ir hacia una mayor explanación (sin olvidar que todo balance analítico de algo arroja a la vez luces y sombras porque siempre será incompleto y somero por más empeño que se asuma), mediante el esclarecimiento posible de la correlación dialéctica entre “democracia interna” y la “conciencia política”, dentro de las fronteras del PSUV, en la dinámica propia para la conformación y promulgación de la “unidad revolucionaria” política, ideológica y programática en el seno tanto el partido como en el del pueblo al cual se debe. Tal como se preindicó en la primera entrega.
Son tesis asertadas asumir, por un parte, que los conceptos democracia y conciencia política serían no completamente comprensible sin el de unidad revolucionaria. Y, por otra, que se pueda afirmar sin reservas que la unidad revolucionaria debe ser un propósito insoslayable. Puede o no estarse plenamente de acuerdo con su contenido perfectible por lo demás, pero ello no niega ni disminuye el sentido de lo que acabamos de decir. Es lo que se revela y relieva en los elementos teóricos que sirven de armazón del concepto de unidad revolucionaria que se presenta en el texto respectivo de El Libro Rojo. Esto nos lleva a decir, con las explicaciones que se presentarán, que el alcance político del concepto de unidad va mucho más lejos: constituye un verdadero factor de integración para crecer y mejorar más hacia lo monolítico interno como hacia con lo externo al PSUV.
Parece necesario traer al ahora algunos elementos para ir midiendo lo nada fácil de lograrse hacer en cuanto a una síntesis satisfactoria sobre la unidad revolucionaria, por la amplitud y complejidad que presenta. Refiriéndonos, en principio, sólo a lo más vivo y vigente están las preocupaciones que afloraron en las voces del Comandante Eterno en la oportunidad de plantear “la creación de un nuevo partido” como el que “requiere la revolución” en tanto a “un partido unido”, a “un instrumento político unitario” en el “que se incorporen a él todas las corrientes de la izquierda venezolana” a razón de que se tienen al frente “grandes desafíos que enfrentar que necesitan de la mayor unidad posible en nuestras filas”, y, en consecuencia, “no podemos perder tiempo en debates estériles” que nos “degaste en luchas instestinas” y que conlleven a dividir al pueblo cuando el mandato histórico es unirlo cada día más. Voces que llegan hasta hoy desde aquel 15 de diciembre de 2006, pero más vigentes que en ese ayer, posiblemente, cuando, desde el Complejo Cultural “Teresa Carreño”, premonitoriamente preveía el hecho de que “el proceso revolucionario necesita UN PARTIDO; no una sopa de letras”, como han representado ser los “frentes políticos”, en contra de la necesidad de “UNA conducción ÚNICA, que apuntemos todos en la misma dirección” (destacados nuestros). Tal necesidad la debía cubrir el Partido Socialista UNIDO de Venezuela.
Desde estos supuestos, el Partido Socialista de Venezuela, como expresión de la unidad de las masas populares, de los sectores patrióticos de la clase media, de los pequeños y mediano emprendedores(as), de los distintos movimientos sociales, de los profesionales, de los(as) cultores(as), deportista, estudiantes, indígenas, afrodescendientes y de una amplia política de alianzas con partidos y diversas formas de organización política de los sectores revolucionarios, patrióticos y democráticos, es fundado el 14 de marzo de 2008 y realiza el primer Congreso Extraordinario el 24 de abril de 2010, en el que se aprueba la Declaración de Principios, los Estatutos y las Bases Programáticas. Componentes éstos del documento fundamental “El Libro Rojo” y perfiladores de las “Lineas Estratégicas de Acción Política del PSUV” (Enero de 2011).
En este sentido, para dársele continuidad al tópico generador relativo a la Unidad Revolucionaria, es menester que se destaquen los elementos que estructuran la apreciación que en los susodichos documentos se comparten en torno al reto de la “unidad inquebrantable” tanto dentro del partido como con el afuera. En cuanto al primer caso, la estimación de la unidad queda claramente de manifiesto cuando los y las socialista estemos lealmente comprometidos en una “unidad orgánica” al concebirla “como valor estratégico nacido del estudio, el debate y la acción política del partido al servicio de los intereses del pueblo y de la revolución”. Unidad ésta que requiere que el PSUV sea un ámbito donde se cultiva permanentemente “la tolerancia, la crítica, la autocrítica, el respeto a las diferencias y la asunción del centralismo democrático, como valores esenciales dentro del pensamiento socialista que norman la vida interna del partido y su relación con el pueblo”. Es por lo que, a su vez, se exige a los militantes el reconocer “como válidos para la solución de las diferencias, el diálogo y el debate, rechazando enérgicamente la descalificación, personal o grupal” (Art. 38. Reglas Éticas. El Libro Rojo.p.46). Por tanto, “el partido concibe la unidad como producto de la cohesión en torno a los valores y principios colectivamente aceptados, reflejados en el Programa, sus estatutos, sus fundamentos ideológicos y su accionar político, destinados a erradicar el fraccionamiento de intereses particulares y la anarquía y sustituirlos por el interés colectivo y el bienestar social”. En razón de ello, el PSUV no debe dejar de ser “un partido respetuoso de la diversidad ideológica, étnica y cultural. Un partido que debata democráticamente y de manera permanente las ideas para hacer la revolución y construir la sociedad socialista. Un partido que vele por el mantenimiento de los valores éticos y morales de los militantes” (Ídem. La Unidad.p.p.19-20).
El otro aspecto del principio de la unidad revolucionaria es el relativo a lo que de fundamental, vital es cuando de alianza con el afuera se refiere. No admite ninguna duda lo imperativo de que al respecto tiene, para lograrse al mayor sentido de orientación política en los cambiantes momentos, el alinearse bajo la valoración correcta y permanente de los vínculos entre el partido y las masas, como una cuestión de primer orden. Y desde luego, “para consolidar estos vínculos, es fundamental que los sectores populares se reconozcan en el partido, es decir, el partido no puede ser identificado como una suerte de apéndice del Estado, sino como un instrumento que acompaña al pueblo en sus luchas y en la construcción del poder popular” (Líneas Estratégicas de Acción Política. El PSUV como plataforma del desarrollo y fortalecimiento del Poder Popular.b.cit.p.p.22-23). Por lo que también es fundamental que el partido sea la herramienta que “promoverá en el seno del pueblo la unidad de manera orgánica, política, ideológica y programática como la forma fundamental de la unidad revolucionaria” (El Libro Rojo.ob.cit.p.19). De seguirse y consolidarse este camino se alcanza a fortalecer la base social de apoyo de la Revolución Bolivariano-Chavista. Tal maduración en la conciencia social de nuestro pueblo debe ser calificada de esencial, al mismo tiempo que decisiva, para crear una “nueva praxis política: la construcción y consolidación de la Democracia Participativa y Protagónica que implica la superación de la democracia liberal y neoliberal burguesa” (Ídem.p.53). Del examen de estas estimaciones surge la necesidad de que aumente la claridad de miras en este sentido a razón de que no es posible superar el capitalismo ni su forma política, la democracia burguesa, en nosotros cuartorepublicana adecocopeyana, si no es mediante la instrauración de la Democracia Participativa y Protagónica por ser la que “conduce en su desarrollo y consolidación a la Democracia Socialista, que no es otra cosa que la construcción del poder popular. La Democracia Socialista no es tiempo-espacio social al que se accede desde afuera de la praxis política, sino un proceso abierto y contradictorio al calor de la lucha de clases, mediante el cual progresivamente el pueblo ejerce su soberanía y, a través de su participación, va construyendo la libertad, la igualdad y la justicia con sentido socialista, como fundamentos de la nueva sociedad y el nuevo Estado Socialista” (Ídem). Ante el cual el PSUV debe tener por objetivo estratégico la construcción del Poder Popular, “dar poder al pueblo organizado y consciente”, pero fundamentándose en “el enfoque territorial organizado que proporciona la Nueva Geometría del Poder Popular” (Ídem.p.17).
Lo que se acaba de exponer tiende a profundizar el imperativo de la inescindible vinculación del PSUV con las demás fuerzas políticas organizadas que actúan en el espectro partidista nacional. La reunificación de los factores partidistas y de los diversos movimientos sociales existentes en el país, para avanzar en el proceso de recuperación y rearticulación de las fuerzas que suman a favor de la causa revolucionaria, debe estar puesta al servicio de una audaz política que materialice la “construcción de un Gran Polo Patriótico que apueste por los cambios democráticos y revolucionarios de la sociedad venezolana” (Líneas Estratégicas de Acción Política.ob.cit.p.26). Como ya lo dejaba entrever el Comandante Eterno mediante “El Discurso de la Unidad”, al cual hemos hecho referencia, cuando invitaba a las direcciones y a los militantes de los demás partidos aliados y a los seguidores demócratas patriotas, a que discutieran y asumieran la decisión de “construir UN instrumento político unitario”. Ésto, porque la inestimable “reunificación” daría lugar a las condiciones sociopolíticopartidistas – y en este sentido es la premisa indispensable – para que a corto y mediano plazo podamos lograr la imprescindible irreversibilidad del proceso revolucionario en transición. Por lo demás, por condición objetiva de todo proceso de generación de cualquier estructuración de “un algo”, hará falta el reconocer la presencia de un núcleo articulador, en el presente asunto, de una “fuerza política” que, por su nivel de desarrollo, aglutine las participaciones en un sólo movimiento, dotado de un sólo norte: la materialización del socialismo democrático venezolano del siglo XXI. En base a los hechos, en el proceso de construcción y consolidación del Gran Polo Patriótico, el PSUV “debe ser el más activo participante del gran esfuerzo de unir a los patriotas venezolanos y venezolanas en la gran tarea de defender la Independencia y la Soberanía Nacional y Popular como única garantía de lograr una sociedad donde el pueblo venezolano garantice la plena satisfacción de sus necesidades humanas”. (Ídem.p.29). Recordemos que así lo procuró hacer Chávez en el esfuerzo de agrupar las fuerzas políticas y sociales para el objetivo de su reelección a la Presidencia de Venezuela, en las elecciones de 2012. Pero, desde luego, por la falta de visión estratégica de algunos partidos políticos, incluido el propio PSUV, y de grupos y movimientos sociales tal visión hoy está, con ciertos grados mayores, indebidamente opaca.
A pesar de que todo ello parece meridianamente claro, no obstante, huelga destacar, a tenor con la intención no explícitamente asomada a lo largo del presente artículo por entregas, que uno de los compromisos políticos de mayor envergadura de este momento en el escenario nuestroamericano, como lo es la “unidad revolucionaria, progresista”, se está asumiendo y realizando como producto de la presión de los colectivos o movimientos sociales, con distintos niveles de organización, es decir, por una presión que viene desde muy abajo, antes que como producto de tesis programáticas y decisiones emanadas de las cúpulas directivas partidistas. Este fenómeno totalmente nuevo muestra el hecho del “rebasamiento” de los partidos políticos por sus fallas de visión del momento socioeconómico y cultural-ideológico que los ha llevado a un alejamiento gradualmente progresivo de las bases sociales insatisfechas por el cuadro de cosas agobiantes propias del capitalismo neoliberal decadente, y, como peor acción, por terminar instrumentalizándolas bajo la subestimación de “masa de maniobra electoral” en cada proceso. Y, desde luego, el desbordamiento de la campaña “antipartido” que se ha puesto en sostenida marcha y no por inmotivada.
Es por ello, que ya para el 2021 el Comandante Hugo Chávez, líder de la revolución socialista y Presidente del PSUV, lanzó el llamado a tomarse las orientaciones generales que implican el cumplimiento de la fórmula “ 3R2: Revisión, Rectificación, Reimpulso, REUNIFICACIÓN, Repolitización y Repolarización” (destacado nuestro).
Ante tan real situación, entonces, es fundamental “recuperar, reagrupar, rearticular las fuerzas dispensas, desmovilizadas, desmoralizadas o confundidas por el adversario o por nuestros errores. Nuestros adversarios nos prefieren dispersos, desunidos y enfrentados en diatribas estériles, porque saben que ese es el camino más expedito para intentar poner freno al avance de las fuerzas democráticas revolucionarias” (Ídem.p.p.8-9).
Permítasenos, como corolario de todo lo expuesto, que traiga a la memoria la consigna principista que nos legó el Comandante Eterno el 8 de Diciembre de 2012 y que por repetidas no han perdido su valor: “UNIDAD, LUCHA, BATALLA Y VICTORIA”.