La santidad era el destino del Venerable, José Gregorio Hernández Cisneros, y es que la influencia de sus padres Benigno Hernández Manzaneda y Josefa Antonia Cisneros Mansilla, devota de “San José”, además sus familiares fueron determinantes en su formación católica, lo que permitió que desde su nacimiento hasta el fin de sus días estuviera ligado a las costumbres religiosas.
El 26 de octubre de 1864, nace José Gregorio en el pueblo de Isnotú, meses más tarde el lunes 30 de enero 1865 recibe el sacramento del Bautismo en la iglesia parroquial del “Santo Nombre de Jesús de Escuque”, de la mano del presbítero Victoriano Briceño, dicho encuentro estuvo protagonizado por su papá Benigno, su madre Josefa Antonia y su tía María Luisa, los padrinos Don Tomás Lobo y Doña Perpetua Enríquez, además de varios amigos y trabajadores de la familia, según fragmentos del libro de Francisco González (2020).
En su hogar tuvo su primera iglesia doméstica, donde lo enseñaron a rezar breves oraciones al levantarse y antes de acostarse; el Ángelus tres veces al día, y el Rosario al final de la tarde dirigido por su padre, así como también lo instruyeron a cultivar la fe, al igual que ellas advocaciones de Nuestra Señora de las Mercedes, San José y de la Virgen del Rosario. Además, su madre y su tía María Luisa lo iniciaron en la lectura, escritura, gramática, los números, Historia Sagrada y el catecismo, así lo reseña la Dirección de Información y Comunicaciones de la UCV (2020).
También acostumbraban a llevarlo con frecuencia a la iglesia a oír la santa misa, y poco a poco le fueron enseñando el sentido de cada rito, las posturas que hay que adoptar, y el respeto que merece la Casa de Dios. Estas actividades durante su primera infancia sentaron las bases para las funciones cerebrales superiores, como la memoria, el razonamiento lógico, el lenguaje, la percepción espacial y visual, entre otras; e iniciaron la formación de ese cristiano consecuente hasta el último día de su vida, que supo distribuir su tiempo para cumplir con sus deberes religiosos y sus obligaciones.
Fervor religioso
Un 6 de diciembre del año 1867, como parte del fervor y las buenas costumbres religiosas que profesaban Benigno y Josefa, lograron que José Gregorio recibiera el sacramento de la Confirmación en la iglesia de San Juan Bautista de Betijoque de manos de Mons. Juan Hilario Bosset, obispo de Mérida, quien andaba de visita por estos lugares. Además su padrino fue el presbítero Francisco de Paula Moreno, para ese entonces las parroquias trujillanas eran dependientes de la Diócesis de Mérida hasta el 4 de junio de 1957 cuando fue creada la Diócesis de Trujillo, la cual se instaló solemnemente el 9 de octubre de ese mismo año. Academia de Mérida (2020)
Seguidamente ese mismo año, el padre del pequeño José Gregorio, Benigno dona en mayo un terreno y aporta dinero para edificar la Iglesia de Nuestra Sra. del Rosario, puesto que la población de Isnotú no contaba con un templo para el acopio y abrió de los fieles católicos, al tiempo que su madre Josefa Antonia se dedica con mucho esmero y profunda fe a bordar los que sería los ornamentos sacerdotales y los manteles de los altares del futuro templo.
Infancia consagrada
Más tarde, en 1871 José Gregorio Hernández hace su Primera Comunión, para lo cual había sido preparado por su madre Josefa Antonia y su tía María Luisa. Academia de Mérida (2020)
Más delante, el 28 de agosto de 1872, José Gregorio con ocho años, terminando su primera infancia, fallece su madre, quien le dejó una profunda influencia en su formación, testimonio de ello es la conocida frase escrita por él recordando a su madre: “Mi madre, que me amaba, desde la cuna, me enseñó la virtud, me crió en la ciencia de Dios y me puso por guía la santa caridad”. Dirección de Información y Comunicaciones de la UCV (2020). Prof. María Isabel Giacopini de Zambrano
Es por ello, que tras la ausencia de Josefa Antonia, pilar fundamental de aquel hogar, fue asumida por su tía paterna María Luisa, quien continuó con la labor iniciada por su cuñada la formación moral, religiosa e intelectual de José Gregorio y de sus hermanos menores.
En 1874, dos años después de la muerte de Josefa Antonia, cuando Guzmán Blanco decretó el cierre de los conventos, llegó a la casa de Don Benigno, su hermana Sor Ana Josefa del Sagrado Corazón de Jesús, quien ayudó a reforzar la enseñanza religiosa iniciada por Josefa Antonia y su hermana María Luisa. José Gregorio, como hermano mayor, presta apoyo a sus tías en la educación de sus hermanos, sin descuidar sus obligaciones escolares.
En 1876, con solo diez años, escribe con bellísima letra, adquirida por la constante práctica de la caligrafía, un manuscrito, intitulado “Modo breve y fácil de oír misa con devoción”, su primera publicación, producto de la esmerada educación religiosa impartida por estas tres mujeres.
Por febrero de 1878, José Gregorio con trece años, fue enviado por su padre al colegio entonces más acreditado de Caracas, el Colegio “Villegas”, regentado por el ilustre Dr. Guillermo Tell Villegas, ciudadano de ejemplares virtudes, para continuar la educación formal que había iniciado en la única escuela que existía en Isnotú, regentada por el Señor Pedro Celestino Sánchez.
En el Colegio Villegas, bajo la sabia tutela intelectual del Dr. Villegas, José Gregorio realiza en calidad de interno sus estudios de bachillerato. Su dedicación al estudio y su voluntad de servir a los demás, despertó la atención de Doña Josefa Perozo de Villegas, mujer de la sociedad caraqueña distinguida por su inteligencia, cultura y vocación de servicio, esposa del Dr. Villegas, Director del Colegio. Ella mujer profundamente católica, observó que aquel adolescente tenía sólida formación religiosa y decidió hacerse acompañar por José Gregorio a la iglesia de las Mercedes y/o de San Mauricio actualmente Santa Capilla, iglesias cercanas al colegio, en el cumplimiento de los preceptos, la oración del Ángelus, la adoración al Santísimo, el rezo del Santo Rosario, reforzando durante su adolescencia, las costumbres que eran parte de su vida cotidiana desde niño.
En la iglesia de San Mauricio, José Gregorio manifestó su advocación mariana a la virgen de la Guía, posiblemente inculcada por Doña Josefa o por su ascendencia canaria. También acompañaba a la Sra. Villegas a realizar sus obras de caridad, fortaleciendo sus valores cristianos y ese profundo amor al prójimo, que le habían inculcado su madre y sus tías en Isnotú.
Doña Josefa de Villegas, fue su apoyo en la adolescencia, el momento más vulnerable e impresionable y en el que los adolescentes más necesitan y buscan modelos a seguir de las personas cercanas. Ella no sólo dio continuidad y consistencia al modelo de educación que le habían impartido en su hogar, sino transformó aquel adolescente de Isnotú en un hombre que se destacó en la sociedad, no solo por sus conocimientos científicos, sino también por una amplia cultura, talento, modales y su caballerosidad.
Orden de los Cartujos
Años más tarde, el 6 de octubre de 1907, Mons. Castro, amigo y consejero del Dr. Hernández le escribe al superior de La Cartuja de Farnetta recomendando la aceptación del profesor, científico y médico venezolano. Durante todo el año y de manera reservada se prepara para su retiro a La Cartuja. Estudia latín e italiano, teología y filosofía. Igualmente va disponiendo de sus bienes materiales. Francisco González Cruz (2020)
Es cuando el 3 de enero 1908, recibe una carta del maestro de novicios de La Cartuja Ettienne Arriat, comunicándole la autorización del reverendo padre. El 10 de marzo recibe una nueva carta recomendándole que vaya rompiendo con los lazos que lo puedan retener, más una serie de lecturas, estudios de latín y otras sugerencias
El 16 de julio ingresa a La Cartuja para su riguroso enclaustramiento. Tenía 44 años y pesaba apenas 44 kilos. El 29 de agosto en ceremonia especial inicia su noviciado, viste los hábitos, recibe el nombre de Fray Marcelo y su lugar es la celda U.
Posteriormente, el 22 de marzo de 1909 deja el monasterio para asombro de sus propios compañeros de La Cartuja que lo apreciaban por su afecto, por su suave carácter, su modestia, puntualidad y su cultura. Seguramente pesó en la recomendación del superior su debilidad física.
Inicio de su devoción
Es por ello que en el año 1919, luego de su trágica muerte y haber realizado una gran labor en favor de los más necesitados despertó conmoción ante su partida física, por los que lo conocieron y presenciaron su entrega por la medicina, la ciencia y la religiosidad.
Por lo tanto, su fama de santidad se extiende y la imagen se hace popular. Tanto en el Cementerio General del Sur, como en Isnotú, se incrementan las visitas para solicitar o agradecer favores. Placas, fotografías, prótesis, coronas de flores, cientos de testimonios se acumulan, no sólo en el lugar donde reposan sus restos y donde nació, sino en sus cientos de capillas y altares a lo largo y ancho del país.
Más tarde, la Santa Sede declaró al venezolano, en 1972, “Siervo de Dios”, primer título que se otorga a una persona postulada a un proceso de canonización. Dadas sus virtudes cristianas, el 16 de enero de 1986 el papa Juan Pablo II firmó el decreto mediante el cual lo calificó como «venerable», segundo título en el camino hacia la santidad. El Sumo Pontífice consideró que el doctor Hernández posee «Fe, Esperanza y Caridad para con Dios y el prójimo», virtudes heroicas que lo hacen digno de veneración por la feligresía.