Caudillos de Siempre

Por documentos existentes sabemos que muchos fueron los hombres y mujeres que se sumaron a las tropas republicanas durante los años de la independencia, voluntarios de familias llenas de patriotismo que se juntaron a los batallones y dejaron sus nombres grabados en la historia; también es verdad que en muchas poblaciones la gente asustada se escondieron en las montañas por miedos a la guerra, hasta que pasaron los humos y las candelas que por aquellos años parecían encender todos los rincones; cuando la tropa republicana tomaba una región, venía la recluta y se publicaban bandos para llamar a jóvenes y viejos a presentarse en las plazas centrales, también se solicitaban bestias para la silla y la carga, reses y hasta pequeños animales para la manutención del ejército; se adiestraban grupos de paisanos que se formaban alrededor de caudillos reconocidos y se formaban guardias personales, guerrillas de los caminos o guardaespaldas y escoltas de líderes regionales que se volvían famosos en sus parcelas con campanarios propios, así pasó con el conocido indio Reyes Vargas en las regiones de Carora y Siquisiqui o con Don Pedro Zaraza en el oriente, Andrés Rojas, José Nonato Pérez en las llanuras de Casanare o el mismísimo Páez en el cajón de Arauca apureño; eran hombres con su pequeño ejército particular; con su persona de confianza y con licencia propia ganada en las destrezas y corajes de guerreros machos que se imponían sobre todo lo que viniera y en quien sus seguidores se jugaban también todas sus esperanzas.

Este tipo de organización militar con simple filosofía primaria de sobrevivencia, fue importante en un principio para aumentar los ejércitos, pero después se volvió un gran problema para la ejecución de campañas de largo alcance, para el entendimiento de planes de estrategia a mediados plazos y principalmente para la moralización del soldado y el establecimiento en su alma de sentimientos de patria grande, ya no era correr en los alrededores de la aldea, ni entrar al pueblo saqueando para encontrar camisas o sillas de montar en los almacenes, tampoco perder la razón con los tragos en las emociones de saber que salvamos la vida, no!

Ahora se trataba de entrar en la llamada disciplina, respetar el rango militar, obedecer la orden superior y saber que llegarían hasta Valencia o más allá en campañas donde se seguían planes establecidos y tareas asignadas que eran parte de una meta superior; entonces aquellos grupos se negaban a seguir, se devolvían o desertaban para buscar el calor de la familia, en distintos momentos se presentaron casos de batallones completos que no querían salir de una región: en 1819 cuando el General Urdaneta fue a Margarita para esperar a los ingleses y organizar al ataque sobre Caracas, se encontró que hasta los mismos oficiales de la isla se negaron a salir y no fue posible cumplir con aquella misión encomendada, los margariteños eran espartanos y muy buenos guerreros pero sólo en las tierras guaiqueríes; en 1814 cuando el General Mariño trajo un ejército de oriente para ayudar a Bolívar, un batallón completo se escapó de Valencia y siguió el camino de San Diego donde fueron capturados y con mucho pesar fusilados para escarmentar a los demás y tratar de detener la deserción; Páez se devolvió con sus hombres durante la campaña del centro y no quiso avanzar más allá de Calabozo, por todas estas razones uno descubre entonces las grandes dificultades de Bolívar como conductor de tropas para mover a los ejércitos hacia regiones lejanas y también el gran poder de convencimiento de un líder para dominar a las bestias que llevaban por dentro la gran mayoría de los soldados de la independencia.

Prof. Ubaldo García
Gráfica: Referencial