Con el mazo dando
Gráfica: Referencial
¡Dictadura!, es lo que gritan desde las empresas de comunicación en Venezuela a través de sus micrófonos o rotativas desde 1999, cuando ganó el Comandante Chávez. Pero vamos a revisar lo que realmente es una dictadura.
Dictadura, según la definición de la Real Academia Española es: Régimen político que, por la fuerza o violencia, concentra todo el poder en una persona o en un grupo u organización y reprime los derechos humanos y las libertades individuales.
Y es que todas las empresas al unísono califican de abuso dictatorial al hecho de que la empresa de comunicación VPI fue visitada por Conatel y el Seniat.
Pero esas mismas no cuentan que el Seniat realiza visitas cuando no cumples con el pago de los impuestos y tributos que toda empresa en el mundo debe honrar, así como parece que olvidaron que Conatel es un ente regulador y recaudador; sí, recaudador, eso quiere decir que a ellos también se les debe realizar pagos para utilizar el espectro radioeléctrico dentro del territorio nacional, como pasa en cualquier nación.
Estos mismos que hoy hacen el ridículo aullando por la visita de los entes estatales, son los mismos que se callan al ver como en Estados Unidos fue censurado quien fuera el presidente de esa nación tal como lo hacen aquí en Venezuela con el Gobierno Nacional, ya que, al parecer, en las empresas de comunicación nacional, no tienen espacio para publicar la gestión de gobierno. Al presidente saliente de la nación norteña le cerraron las cuentas de las redes sociales que son propiedad del magnate Mark Zukerberg, el joven que se hizo rico luego de crear la red social Facebook, que luego compró Twitter e Instagram y que ahora quiere tener patente de corso para vender y copiar las direcciones IP de los usuarios de estas plataformas. El mismo que violó la privacidad de miles de usuarios en la campaña a favor de Trump en las pasadas elecciones presidenciales.
A esas cuentas se le suma la plataforma YouTube, que cerró la cuenta del huésped de la Casa Blanca la cual tenía más de 2 mil usuarios, con la excusa de que incitaba a la violencia y a propiciar una posible Guerra Civil. Ahora usted se preguntará: ¿Pero eso no fue lo mismo que hicieron los líderes de la oposición venezolana y boliviana? Llamados a “descargar su arrechera” porque no aceptaron el resultado de unas elecciones presidenciales, invocación de las Guarimbas del año 2017, donde asediaron guarderías, sedes de los tribunales, quemaron gente y asesinaron a miembros del cuerpo castrense. O en el país andino, que cercaron, golpearon, cortaron el cabello y bañaron con pintura a una alcaldesa. Pues sí, a esos líderes nunca les fue censurado el uso de sus cuentas, al contrario, fueron apoyados al punto que hoy siguen haciendo llamados a la violencia, a saquear su propio país, a bloqueos e intervención extranjera.
Estos mismos pseudo periodistas se reservan su defensa cuando se refieren al caso de Julian Assange, el periodista de origen australiano nacionalizado ecuatoriano, que cumple cárcel en Inglaterra por evidenciar las torturas y crímenes de lesa humanidad (que no prescriben) del imperio estadounidense en las invasiones a los países árabes con la llamada operación Primavera Verde, que era una operación para saquear su petróleo y apropiarse de su territorio estratégico, como ahora mismo continúan haciéndolo en Siria y Yemen.
Es así como la historia nos demuestra, una vez más, la hipocresía de las grandes empresas de comunicación, quienes con sus soldados que matan las tres primeras líneas importantes para el ejercicio de la comunicación: veracidad, inmediatez y oportunidad, quienes moldean estas tres a su merced para mostrar sólo lo que lucra, para luego salir rasgándose las vestiduras por el sagrado derecho a la Libertad de Expresión de mostrar lo que ellos quieren, incluso dejando a un lado el nacionalismo. Bien los llamó el Comandante Supremo apátridas, porque carecen de amor por la Patria que vio nacer a sus ancestros y a sus hijos, no la sienten en las vísceras como él bien citó a Augusto Mijares. Estos mercenarios de la comunicación nos demuestran que la verdadera dictadura es la que los grandes imperios de la comunicación imponen, sobre qué pensar y hasta a quién odiar como pasa hoy día.