¿Quiénes son los “políticos”?

Luis Perales
Gráfica: Referencial

Aunque esta pregunta nos coloca desde la periferia, desde un lugar desde donde miraremos a otro para definirlo, es decir, desde donde estableceremos límites entre ese otro y su contexto para caracterizarlo y decir quién es, dicha pregunta es de principio una provocación al lector: está mal enunciada, puesto que cuando profundicemos en el propósito del análisis que nos plantea la misma, como observadores, el otro se desdibujará en la medida en que vamos transformándonos de observadores al sujeto observado, al tiempo que la raya que marcaba la línea periférica desde donde habíamos comenzado nuestra observación empezará igualmente a desdibujarse.

El político es un “ser social”, esa es su definición más simple partiendo de su raíz etimológica, un “ser viviente que tiene palabras”, o también el político es un “ser viviente social”. Desde esta perspectiva la palabra es entonces la característica esencial del político, lo que lo diferencia del resto de los seres vivientes. En este sentido podríamos afirmar que el político es el único animal que tiene palabras, además de gestos, sonidos onomatopéyicos o cualquier otro elemento perceptible a los sentidos para comunicarse con sus semejantes.

Cuenta Salimbene Da Parma que el emperador Federico II de Hohenstaufen quiso comprobar qué lengua o idioma tendrían los niños al llegar a la adolescencia si no hablaban jamás con nadie. Para ello dio órdenes a las nodrizas y ayas de que dieran leche a los niños pero con la prohibición de hablarles, no podían pronunciar absolutamente ninguna palabra delante de ellos. Federico II quería saber si lo niños terminarían por hablar la lengua hebrea, la griega, la latina o la árabe, pero su afán fue en vano, porque los niños inexplicablemente morían todos.

Aristóteles en Política refiere que la palabra además de ser la característica esencial del político, “es para manifestar lo conveniente y lo perjudicial, así como lo justo y lo injusto. Y esto es lo propio del hombre frente a los demás animales: poseer el sentido del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto, y de los demás valores, y la participación comunitaria de estas cosas constituye la casa y la ciudad”.

La palabra hace entonces que el político exista y por lo tanto además es el elemento fundamental de la participación comunitaria, de la comunicación como esencia de la vida social. La palabra permite entonces al político el discernimiento de las cosas, su valor, su connotación con respecto a las demás cosas; la palabra es la amalgama que procura el acercamiento entre los seres humanos para que existan en sociedad.

Para Paulo Freire, el educador brasileño, la existencia del ser humano no puede ser muda ni silenciosa. Freire afirma que “existir, humanamente, es pronunciar el mundo, es transformarlo. El mundo pronunciado, a su vez, retorna problematizado a los sujetos pronunciantes, exigiendo de ellos un nuevo pronunciamiento. Los seres humanos no se hacen en el silencio, sino en la palabra, en el trabajo, en la acción, en la reflexión”.

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