La población de La Mesa de Esnujaque, caracterizada por montañas bordadas de multicolores, debido a la producción de hortalizas y flores; tierra de mujeres y hombres laboriosos, quienes desde el despuntar del sol están pendientes de sus cultivos; y valores y tradiciones que están arraigados de generación en generación; está cumpliendo hoy 18 de noviembre, 333 años de su fundación.
Se trata de una población ubicada a 52 km de Valera, poseedora de un clima frío seco, único en el mundo a la par de Suiza; es conocida como la Perla del turismo de Los Andes y quien la visita queda impregnado de su olor y color además de lo gentil de sus habitantes, que hacen de la estadía un momento inolvidable, más aún, si incluye tertulias en la Plaza Bolívar abrigados de la neblina que cubre las casas de techo rojo bajo la mirada de su patrono, San Juan Bautista.
Haciendo un poco de historia, vale la pena recordar que el primer asentamiento poblacional lo hicieron los Indios Esnujaques, de allí proviene parte de su nombre tradicional. La Mesa de Esnujaque se fundó en 1.687 y un miembro de la Encomienda que la fundó, se llamaba Don Diego Jacinto de la Mesa, de allí deriva la otra parte de su nombre. Además coincide geográficamente que está ubicada en una meseta y disfruta de una riqueza hídrica garantizada por la laguna La Estrellas, entre otras fuentes.
Animarse a visitar La Mesa de Esnujaque es una experiencia maravillosa, pues reúne las condiciones necesarias para un turismo local, ya que se puede llegar fácilmente en vehículo y se encuentra a una altitud de 1.742 m.s.n.m. y ofrece a propios y visitantes una amalgama de bosques, montañas y escarpadas laderas de 222 metros sobre el Rio Motatán desde donde se puede observar el Valle de Villa Mercedes y las aguas del Motatán que invita al descanso y relajación.
Esta población vio nacer el 21 de agosto de 1826 a Rafael María Urrecheaga. Sabio trujillano que se dedicó a la docencia por casi 50 años, manejaba a su gusto los idiomas Francés, Inglés, Alemán, Vasco, el griego y el latín. Su vocación está en su propia condición de autodidacta, que lo caracteriza como una mente universal. A los 21 años decide salir de su tierra y se traslada a la capital de Trujillo, para consagrarse definitivamente. Rescató el conocimiento sobre la lengua de nuestros antepasados indígenas Timoto-cuicas cuando tradujo el poema ancestral titulado: “Canto guerrero de los Cuicas” y, al respecto también escribe el “Poema épico” referido a la primera fundación de Trujillo.
Estos hermosos paisajes de campos cultivados y viviendas con estructura colonial y sus calles empedradas que invitan a soñar con la vida andina, brindó hospedaje en el año 1900 al Dr. Rafael Rangel quien vino a recuperarse de la Tuberculosis que lo aquejaba. También al Ejército de la Revolución Liberal Restautadora en la casa de balcones de Miraflores. Y el 1 de noviembre de 1935 nace Rafaela Baroní, sencilla y humilde mujer, que talla, pinta, borda, teje, hasta canta y baila. Un derroche de naturalidad y amor. Premio Nacional de Pintura, dueña de un mundo mágico y encantador, siempre rodeada de decenas de ángeles, de distintos santos, de pesebres y otras tallas que se caracterizan por su gran colorido.
Hoy La Mesa de Esnujaque, celebra sus 333 años y mantiene su lugar privilegiado como productor de flores, inigualables paisajes, habitantes sencillos y laboriosos que mantienen vivos tradiciones culinarias y culturales, como los Giros de San Benito que al compás de tambores y maracas, las cintas multicolores de sus trajes, van entrelazándose en la danza que recorre las calles y la fe y devoción mariana es evidenciada en el Santuario de la Virgen del Rosario de Durí, donde se venera una imagen encontrada por una esclava.
Especial/ Carmen Beatriz Alviárez