Ubaldo García
El 30 de septiembre de 1813 las tropas republicanas triunfadoras en la llamada campaña admirable se enfrentaron con los hombres de Monteverde que se habían refugiado en Puerto Cabello, más allá de Naguanagua, en el sitio de Bárbula se dio una batalla y en ella de nuevo los patriotas salieron triunfadores; la fuerza y destreza de los llamados reinosos, se impusieron sobre los españoles, al frente el valeroso Atanasio Girardot, un abogado antioqueño, muchacho apenas, que se había llenado de gloria a lo largo de sus pocos años de guerrero; al final del combate, el joven se precipitó con la bandera sobre las posiciones enemigas, quería ser el primero en la cumbre, ser ejemplo y llegó hasta el lugar en el momento justo en que una bala enemiga lo hirió mortalmente; la muerte de Girardot marcó a todo el ejército republicano, sus hombres lo llevaron a Valencia en marcha dolorosa.
Bolívar sintió mucho la pérdida de uno de sus mejores oficiales y decretó que se extrajera su corazón para darle los merecidos reconocimientos, el órgano se llevó en un vaso de cristal dentro de una pequeña urna de cedro, en significativa procesión por el camino de Caracas y en todos los pueblos era recibida la caravana con manifestaciones de dolor y respeto, el día 14 de octubre llegaron a Caracas; la proclama decía: “el corazón del héroe será llevado en marcha triunfal hasta la catedral, donde se le dará la recepción de los libertadores y se depositará en un mausoleo que se levantará en la catedral metropolitana”.
Las crónicas dicen que el entonces Arzobispo de Caracas Narciso Coll y Pratt, no recibió con mucho agrado el corazón del patriota, la guardia de honor entregó el órgano en ceremonia luctuosa al cabildo secular y catedralicio para ser depositado en la capilla de San Nicolás de Bari, hasta que el 18 de octubre se llevó a cabo una misa con todas las autoridades presidida por el presbítero José de Ribas en la catedral de Caracas.
Unos meses después, las huestes de Boves llenaron de sangre las ciudades y tumbaron a plomo, lanza y caballos nuestra segunda república, las nuevas autoridades notificaron a la iglesia que consideraban un escándalo y una osadía, que en la catedral se conservara el corazón de un patriota y en una carta del 2 de agosto de 1814, el gobernador español Juan Nepomuceno Quero le ordena al Arzobispo: “mañana a las 10 entregara usted el corazón del traidor Girardot, para darle el destino que se merece”.
Ante aquella terrible situación, el sacerdote español y actuando como un pastor imparcial, se jugó su existencia y con muy buenas palabras le hizo ver al gobernador el agravio que se cometería al sacar violentamente los despojos de un cristiano en la propia casa de Dios, y en una carta le explicó que se había enterrado en el coro, próxima al cementerio de la catedral y que para realizar un acto de este tipo se debía hacer una solicitud a Roma y que además aquellos miserables restos ya los había sentenciado Dios, entonces el jefe realista le escribió una nota reafirmando sus sentimientos cristianos y reconociendo los discretos razonamientos del Obispo.