Por: Alí Rojas Olaya
El 15 de febrero de 1819, Simón Bolívar le dice desde Angostura a los constituyentistas de 1811 que nuestro código no puede ser el de Washington. En este discurso nos dice: “la educación popular debe ser el cuidado primogénito del amor paternal del congreso. Moral y luces son los polos de una República, moral y luces son nuestras primeras necesidades”.
Bolívar lucha contra la moral y las luces que sustentan una economía esclavista. Bolívar nos dice: “he pretendido excitar la prosperidad nacional por las dos más grandes palancas de la industria: el trabajo y el saber. Estimulando estos dos poderosos resortes de la sociedad, se alcanza lo más difícil entre los hombres, hacerlos honrados y felices”.
El 2 de febrero de 1847, Simón Rodríguez escribió a Anselmo Pineda desde Túquerres la carta de la toparquía. Allí habla de la topofilia, amor a nuestra tierra, a nuestra comuna: “la verdadera utilidad de la creación es hacer que los habitantes se interesen en la prosperidad de su suelo”; propone el estado comunal contrario al estado patriarcal burgués: “así se destruyen los privilegios provinciales; ojalá cada parroquia se erigiera en toparquía; entonces habría confederación, el gobierno más perfecto de cuantos pueda imaginar la mejor política”.
Es el modo de dar por el pie al despotismo. Y propone un modelo educativo que no es otro que el de la educación popular que había creado en Bolivia en 1825: “hay que instruir para que haya quien sepa y educar para que haya quien haga”.
Hugo Chávez, consciente de que la palabra toparquía viene de topos (lugar) y de arquía (poder); es decir, poder de la gente de cada lugar que se plantea resolver necesidades concretas a partir de las potencialidades de cada espacio preciso, crea el 18 de julio de 2003 la Universidad Bolivariana de Venezuela y el 8 de septiembre del mismo año la Misión Sucre, como alternativas a la educación otrora monárquica y monástica, hogaño neoliberal.
Las raíces de ambas instituciones son Bolívar y Rodríguez, no el postmodernismo como una moda más de la basura epistémica que nos mandan angloamericanos y europeos desde los centros de poder. Desde esta tribuna antiimperialista felicitamos a la rectora de la UBV, Sandra Oblitas, y a todas las personas que han hecho y hacen militancia académica y academia militante en sus espacios para la formación emancipadora.