Luis Perales
Gráfica: Referencial
Es el tiempo del no pensar, del no reflexionar, de la anti-política, comentábamos hace unos días en un
grupo de estudio sobre Teoría Crítica, aludiendo a este momento de la modernidad. El título de esta
la pequeña reflexión no es una apología al “no hacer nada”, es simplemente un llamado de atención a algo
que debe ser desmenuzado, analizado para su comprensión en los tiempos actuales donde tal vez la
modernidad esté atravesando un punto de quiebre tan importante como la Revolución Industrial. La crisis
planetaria lo evidencia; un virus ha puesto a los habitantes de la tierra en lo que tal vez sea una nueva etapa.
Etapa donde el lema desde el principio ha sido “quédate en casa”, y donde llama
poderosamente la atención que dicho lema no le ha puesto mayor objeción la clase patronal en su nivel
más elevado, y esto porque a decir de los expertos en la materia, la automatización industrial es algo
deseable e indispensable para todo empresario de este tiempo para competir en un mercado globalizado.
Ningún empresario en la actualidad puede omitir la automatización de sus procesos para aumentar la
calidad de sus productos, reducir los tiempos de producción, realizar tareas complejas, reducir los
desperdicios o productos mal fabricados y especialmente aumentar su rentabilidad.
Para la muestra un botón espacial: Febrero de 2021 trajo como una de sus noticias principales la
llegada del robot Perseverance al planeta Marte, un robot que recorrió 480 millones de kilómetros desde
el planeta Tierra y que lleva consigo cámaras fotográficas de la más alta tecnología, un radar que penetra
hasta 10 metros el suelo marciano, espectrómetros ultravioletas y de rayos x, una estación metereológica y
hasta una unidad que produce oxígeno a partir del CO2 de aquel planeta, aunque el robot obviamente no
respira. Parte de lo que hace este robot lo controla algún humano desde la Nasa, y parte de lo que hace
es la puesta en práctica, en su nivel más avanzado, de la llamada Inteligencia Artificial.
En 1884 Paul Lafargue escribió un famoso libro titulado “El derecho a la pereza”, donde esgrimía que el
“no hacer nada” era una categoría burguesa, esa nueva casta que había destronado a la aristocracia. El
ocio burgués (nuestro #quédateencasa del siglo XXI) decía Lafargue resulta más chocante cuando
contradice incluso la moral puritana del trabajo que pregonan los propios burgueses y que descansa sobre
el trabajo de los proletarios, es decir, sobre la explotación de estos. El autor de “El derecho a la pereza” se
opone a las costumbres ociosas de los burgueses y a sus consumos ostentosos frente al agotador trabajo de
los proletarios. Para luchar contra este ocio burgués, Lafargue exhorta a los obreros a que luchen por la
reducción de la jornada laboral y de este modo reivindicar también su derecho a la pereza.
Es muy posible que al ser humano que le toque regular alguna función en específico del Perseverace en Marte tenga nada más que presionar un botón desde su ordenador o teléfono desde su casa, pero: ¿En esta
nueva etapa de la humanidad ¿cuántos podrán controlar a su robot “quedándose en casa” y cuántos deberán
salir y trabajar a la antigua mientras todo se automatiza, para luego ser despachados tal vez por un virus?
¿Cuántos vamos a tener derecho a la pereza?