El mayor riesgo

 

Luis Perales/Gráfica: Referencial

El ser humano es en comunicación, toda la posibilidad de su existencia radica en lo que pareciera el simple ejercicio de relacionarnos con nuestros semejantes. De lo contrario, nos dejo referido Aristóteles, queda reducido a una bestia o tiene el poder de un dios.

El aislamiento del ser humano no comenzó con la cuarentena decretada en el mundo a causa de la pandemia provocada por el covid-19. El aislamiento del ser humano y su reducción a la categoría de un ser que no piensa sino que traga y escupe, sin la capacidad de nutrir su alma, lo ya masticado en los mass media, en el sistema educativo, en las religiones o en las redes sociales es columna vertebral del sistema en el que le es permitido sobrevivir. Su supervivencia además solo es permitida para que dicho sistema funcione.

El mundo virtual es hoy en día la vida “real” de un porcentaje importante de los habitantes del planeta, al cual ya solo visitan para abastecerse de alimentos o defecar, porque inclusive, para quienes han suplantado la realidad en las llamadas redes, los placeres sexuales han sido reemplazados. Los amigos a quienes les dabas la mano o un abrazo en saludo fraterno se convirtieron en fotos, videos y audios. Inclusive las capacidades histriónicas innatas a nuestra especie se transformaron en “memes”. La interacción ahora es virtual proclama la nueva era.

Nos plantea este escenario la pregunta sobre la comunicación en la cual somos, ¿hacia dónde está migrando dicho concepto en el ejercicio del pensar? Podría argumentar cualquier ser viviente fanático del mundo virtual en este punto que a través de un meme puede llamarse a la reflexión y por ende al ejercicio del pensar, o que inclusive el hecho de que se esté compartiendo este escrito en Internet desmonta lo hasta aquí dicho. Sin embargo he aquí la disyuntiva entre la máquina y el ser humano, la tecnología como instrumento y no el ser humano como instrumento y por ende máquina (o bestia). En las nuevas maquilas se le asigna al trabajador una computadora o debe tener obligatoriamente un teléfono “inteligente”, apéndice que se apropia de la vida completa de éste y ya no solo de su fuerza de trabajo: la transformación definitiva del ser humano en máquina está proceso.

Quienes tienen el poder económico en el planeta determinan sobre quienes somos solo consumidores en la cadena, inclusive en patrones de comportamiento, las modas son un ejemplo de ello tanto como el aislamiento o el objetivo que persigue el mismo. ¿No será que acaso al sistema le conviene nuestro aislamiento permanente? ¿Algunos esclavos para siempre que solo se despegarán para comer y defecar; y otros cuyo capataz virtual emitirá órdenes y latigazos a través de la moda? ¿Será que esto ya está ocurriendo desde hace tiempo y ahora quiere reafirmarse con mayor fuerza mientras el sistema capitalista se resetea?

En la época de Aristóteles la bestia (el animal doméstico para el trabajo) era considerado un objeto más dentro de las pertenencias del dueño de la casa pero que trabaja, come y defeca. A los bueyes se les castra para que sean más dóciles a la hora de arrastrar el yugo.

El mayor riesgo que corre la especie humana luego de la cuarentena o aislamiento social es cómo afrontará esta nueva etapa de su historia. ¿Las secuelas del terror a un posible contagio de cualquier cosa, aunque ya se haya mitigado la pandemia, lo acercará o lo alejará aún más de sus semejantes? ¿A qué dios le conviene más esto último, es decir: que se aisle, que se individualice, que se atomice, que se despolitice?