El duende atávico de la música negra

Cuentan que bañado en lágrimas, Todd Harper, una especie de gurú mundial del canto, le dijo a los muchachos de la Coral Nacional Juvenil Simón Bolívar, al término de un concierto: “Los amo de todas las maneras posibles, nunca había estado en un sitio donde tuvieran tanta pasión por la música”.

Era mediados de 2016 y le tocó sortear varias “guarimbas”. Su presencia, en medio de aquel estado de sitio, fue invisibilizada por la mayoría de los medios del país, pero la experiencia de venir desde Estados Unidos, a como diera lugar, le permitió comprobar a este doctor en Artes Musicales que lo que vibra en el alma de Venezuela es la polifonía.
Harper ni se hubiera imaginado que lo que brota por los poros de cualquier músico venezolano tiene mucho que ver con su ancestralidad. Esa fuerza que pudo apreciar en carne propia, la confrontación y los contrastes, aunque parezcan anecdóticos forman parte de una denominación de origen que encuentra en el mestizaje y la afrovenezolanidad su génesis y su destino.

Decía el poeta Federico García Lorca: “Todo lo que tiene sonidos negros tiene duende”. La frase aplica para quien esté cerca de un repique de tambor en Curiepe un 24 de junio. Cualquiera puede comprobar por sí mismo cómo la genética responde instintivamente al llamado de los preceptos testamentarios: comenzamos sudando frío, una inquietud generalizada nos invade el cuerpo con leves espasmos que arrancan en un pie y acaban en convulsiones, y de pronto nos descubrimos retorciéndonos al llamado del tambor.

La música que hoy forma parte de nuestro arraigo, tiene en gran medida origen africano. Desde la salsa hasta el joropo, entre tantas otras, responden a la mixtura con una carga ancestral cimentada sobre la diáspora africana, provocada por la colonización que trasladó desde aquel continente a suelo americano durante los tres siglos que duró la trata de esclavos, entre 150 y 300 mil seres humanos para ser sometidos a la condición más deplorable de la especie; pero el dolor y la alegría florecen en la música, como un misterio piadoso.

 

 

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