¿Qué está haciendo Pdvsa para recuperar su circuito refinador?

 

 

Si hay un factor histórico que determina el largo ciclo de golpe continuado contra Venezuela, desde 2002 hasta la actualidad, es sin lugar a dudas el factor petrolero. Y, más específicamente, ha sido decisivo el amplio circuito de refinación de la estatal petrolera Pdvsa, centro de las batallas políticas e ideológicas más importantes de la historia contemporánea de nuestro país.

Podríamos decir que el sabotaje petrolero de los años 2002-2003, que forzó la paralización la actividad de toda la industria en aquellos años con un elevadísimo costo social y económico para el país, se ha reactualizado con las medidas coercitivas unilaterales del gobierno de los Estados Unidos contra Venezuela, aplicadas desde el año 2014.

En última instancia se trata del mismo principio, cortado por casi las mismas motivaciones, solo que bajo la aplicación de mecanismos muchos más directos y agresivos: las “sanciones” han sustituido a la “Gente del Petróleo”.

Como durante el sabotaje, la línea maestra de la operación de “cambio de régimen” transcurre por el circuito refinador, y por una simple razón: la escasez inducida de gasolina mediante tácticas de sabotaje y guerra económica, es una fuente inagotable de incertidumbre y malestar social que alimenta a los factores y actores del golpe y la intervención extranjera contra la República Bolivariana de Venezuela.

Otro atributo común que marca una línea de continuidad entre el sabotaje operativo de 2002-2003 y la paralización forzada del circuito refinador por el uso de armas económicas de EEUU, es la apuesta de la clase trabajadora petrolera para mantener el funcionamiento de esta infraestructura en medio de un cuadro de desventajas signado por la dependencia tecnológica, la migración de mano de obra especializada y la imposibilidad de adquirir los repuestos necesarios para reanimar las operaciones de refinación nacional.

UNA ÉPICA POCO CONOCIDA

El esfuerzo de la clase trabajadora de Pdvsa por recuperar las refinerías venezolanas ha sido una de las grandes obras políticas del año 2020. Es una batalla estratégica e integral, con altibajos, avances y retrocesos, que aún hoy sigue definiéndose.

Los trabajadores de Pdvsa se han visto en la obligación de duplicar sus roles y horas de trabajo, cubrir cargos estratégicos debido a la migración de personal, levantar información precisa sobre las áreas críticas de las refinerías y readecuar los procesos operativos para alcanzar soluciones inmediatas a una infraestructura deteriorada por los obstáculos derivados del bloqueo.

Así lo ha dejado ver el testimonio de Juan Cahuao, trabajador de la industria petrolera en Pdvsa Occidente e integrante de la Comisión de los Consejos Productivos de los Trabajadores, al referirse a los trabajos de recuperación de las refinerías de Cardón y Amuay:

“En la refinería estamos haciendo un levantamiento de todas las áreas que son prioritarias para producir el combustible y los lubricantes. (…) En el caso del CRP ya encendimos las dos refinerías y estamos enviando crudo por vía de oleoducto (…) Es producto de las sanciones y el bloqueo, además de la situación interna y el mal manejo de algunas cosas”.

En un reportaje de Sputnik Mundo, un trabajador de Pdvsa también comentó la dificultad, pero también los logros alcanzados en la recuperación de las refinerías de Paraguaná:

“Te puedo hablar de un logro específico y victoria de la clase obrera que, aunque no aporta al arranque de catalítica, sí favorece a su estabilización, y es la puesta en funcionamiento del compresor k1001. De hecho, este compresor es el corazón de la Refinería Cardón y de él depende no solo catalítica sino otras plantas productoras de gasolina y diésel”.

La refinería El Palito ha sido otro escenario importante en la batalla de la clase trabajadora petrolera para recuperar la capacidad de refinación nacional. A principios de septiembre, los trabajadores de la refinería lograron reactivar la planta de fraccionamiento de craqueo catalítico (FCC), clave para la producción de gasolina y gas, luego de varias semanas de paralización.

Este esfuerzo ha tenido altibajos debido a la inexistencia de repuestos, pero ha puesto a prueba la capacidad de los trabajadores para reiniciar las operaciones de refinación apelando a su propia experiencia y conocimiento de la infraestructura.

El esfuerzo de la clase trabajadora ha tenido saldos positivos. Actualmente la refinería El Palito está produciendo 146 mil barriles diarios de gasolina, mientras que Cardón está produciendo entre 25 mil y 35 mil barriles diarios de combustible, lo que ha permitido revertir el agudo panorama de desabastecimiento de los últimas semanas y meses.

Esto ha sido posible tras una estrategia combinada de reconversión de algunos procesos operativos, manejo eficiente y calculado de las diversas plantas, y su arranque parcial y controlado, bajo una visión integral, para no forzar la infraestructura y conseguir un incremento progresivo de la producción en el mediano y largo plazo.

Los esfuerzos y la emulación de los proletarios petroleros ha sido tan importante como las alianzas que han permitido burlar ciertos obstáculos del bloqueo estadounidense contra Venezuela, traduciéndose en el reimpulso de la industria venezolana. En esta senda, Irán brilla como un aliado esencial para la República Bolivariana.

UN FACTOR FORÁNEO

En el año 2020, la asociación estratégica entre Venezuela y la República Islámica de Irán se ha ampliado y reforzado como parte de la nueva ecuación geopolítica multipolar que se abre un espacio propio en medio de una gran transformación del sistema internacional, profundizada por la crisis de hegemonía de Estados Unidos.

Un ámbito esencial de esta asociación integral de alto nivel ha sido el energético. Irán y Venezuela comparten una naturaleza común como países petroleros: dependen ampliamente este rubro exportación y de los ingresos que genera para cubrir sus necesidades básicas. Además, ambos Estados son víctimas de una campaña de “máxima presión” encabezada por Washington, donde el sector petrolero se ha convertido en un blanco estratégico de ataque, embargos, “sanciones” y contragolpes.

La Administración Trump ha intentado abatir la producción petrolera y la capacidad de refinación de derivados en los dos países clave de la Opep, con la intención expresa de ganar nuevas cuotas de mercado y beneficiar a otros grandes productores tradicionales articulados al sistema del petrodólar.

Este eje configura la implementación general de las medidas coercitivas unilaterales, orientadas, principalmente, a generar un quiebre de la asociación estratégica entre los países petroleros involucrados en la reorganización multipolar del sistema internacional.

En este marco, Irán y Venezuela han puesto a prueba su cooperación de alto nivel, impulsando un conjunto de acuerdos de venta de combustible (gasolina, principalmente) y transferencia tecnológica para recomponer el circuito refinador venezolano y paliar la escasez de gasolina en el mercado interno precipitada por las “sanciones” estadounidenses.

El comercio energético entre ambos países también resume la guerra geopolítica actual, y dado que implica una fractura tangible del embargo estadounidense aplicado contra ambos países, el envío de buques iraníes cargados con gasolina a mediados de este año estuvo en el centro de la disputa de poder a escala mundial. Repasemos brevemente cómo ha sido beneficiado Venezuela de la alianza con Irán.

Entre finales de mayo y principios de junio, cinco buques iraníes cargados con 1,5 millones de barriles de gasolina, aditivos para la producción de combustible en las refinerías venezolanas y personal técnico para colaborar con la revitalización de dicha infraestructura llegaron a costas venezolanas, a pesar de las amenazas estadounidenses de torpedear esta relación comercial.

En una publicación a finales de mayo, la agencia Reuters comentó que un grupo de técnicos iraníes se encontraba trabajando en la reparación de las refinerías venezolanas. Esto en el marco de la transferencia tecnológica que viene haciendo la República Islámica en favor de Venezuela.

Por ejemplo, los técnicos iraníes han participado activamente en la reactivación de la unidad de craqueo catalítico de la refinería Cardón, un paso clave para reanimar la producción de gasolina en el mercado nacional.

Aunque por razones de seguridad el trabajo de estos técnicos no ha sido informado con precisión, algunas agencias dedicadas al seguimiento del mercado de energía intuyen que los especialistas iraníes estarían trabajando para recuperar otras refinerías deterioradas por el bloqueo.

A finales de septiembre, tres tanqueros iraníes cargados con más de 800 mil barriles de gasolina atracaron en las costas de Venezuela con destino al circuito refinador de Paraguaná.

En el mes de octubre, un avión iraní (línea Mahan Air, en la “lista negra” de EEUU) aterrizó en Venezuela con materiales y repuestos para las refinerías venezolanas, según informó Reuters.

El contundente suministro de gasolina y la adquisición de repuestos para las refinerías, más el acompañamiento del personal técnico del país persa, han viabilizado la recuperación parcial de la capacidad refinadora del país y también ha favorecido el abastecimiento del mercado interno de combustibles.

La recuperación paulatina de la industria petrolera venezolana, en específico lo que comprende la refinación de combustibles para consumo interno, está moviéndose en estos dos tiempos: la emulación de la clase trabajadora nativa y la alianza energética de alto nivel con actores foráneos. Estos dos factores desarrollan todas sus capacidades para que las infraestructuras energéticas de Venezuela vuelvan a un ciclo regularizado de producción y refinación.

Los tiempos están en nuestras manos, aun con la guerra multiforme (foránea y local) pesándose sobre los hombros del país.

 

 

 

Misión Verdad/Gráfica: Cortesía