Bolívar Necesario

Ing. Ubaldo García

Los Pantanos, Boconó 13 de agosto 2020

Después de la campaña del centro en los primeros meses del año 1818, Bolívar tomó la batuta de la guerra y empezó a doblegar a los coroneles de su mismo bando que siempre se levantaban pidiendo territorios y poderes del gobierno regional; más tarde el caraqueño se mostró como estadista cuando desplegó sus alas y su intelecto al convocar un congreso del pueblo, en un caserío a las orillas de un caudaloso río en las lejanías de América, desde entonces empezó a ser conocido en la ciudades del mundo; se volvió legendario y admirado, era un luchador apetecido por los liberales europeos y hasta su forma de vestir fue moda en Londres y París.

Cuando salió de Angostura a la campaña de Nueva Granada dejó instalado el congreso, fue larga su ausencia hasta el punto de que los rumores y las intrigas se adueñaron del parlamento, sus enemigos gritaron “rey muerto” y sus aliados lo llamaban con urgencia; por aquellos días de finales de 1819, en Santa Fe también era necesaria su presencia, el gobierno no daba paso sin la orden presidencial; triunfó en Carabobo, entró a Caracas con la corona de laureles y el corazón grande ante su pueblo y antes de dos semanas dijo: “me llaman en el sur, la patria es América”; la conducción de la guerra pedía su comando en la Cartagena sitiada por Mariano Montilla y en los frentes de batalla en Popayán y Pasto.

Siempre escribió: “cuando la guerra termine, cuando ya no hayan españoles en América, me tomaré un descanso”, soñaba con establecerse en San Mateo y no saber más nada de proclamas, ni decretos; así fue la vida del Libertador, después de 1810 no tuvo tranquilidad, se volvió casi imprescindible; en 1822 los guayaquileños dudaban de sumarse a Colombia o agregar sus territorios al Perú y Bolívar pego la carrera para estar en el lugar, en el momento oportuno; su figura por las calles de aquella ciudad y su palabra, fue suficiente para ganar aquella gente al proyecto de la unión; por eso cuando desembarcó el argentino General San Martín, Bolívar lo recibió en el puerto y dándole un brazo le dijo: “bienvenido a Colombia, estamos orgullosos de tenerlo en nuestro país!”.

Después enviaron comisiones para que fuera al Perú, lo solicitaban en Lima y corrió para comandar un ejército de americanos contra la corona española; el 9 de diciembre de 1824 Sucre selló la liberación de América en Ayacucho con tropas donde siempre fueron abundantes y sobresalientes los soldados venezolanos; podríamos decir que había llegado los tiempos para el descanso del guerrero; desde el alto Perú solicitaban al Libertador y fue hasta las alturas del Potosí para la fundación de Bolivia; 1825 tal vez fue el año de las mieles con su Manuelita, pero en los meses siguientes llegaron las noticias.

En Venezuela los valencianos prendieron las candelas y elevaron al General Páez, mientras que en Bogotá Santander y sus abogados manejaban los hilos del poder por debajo de la mesa; “mi patria me llama” y entonces los peruanos de boca para afuera pusieron el grito al cielo y con adulancia extrema le rogaban que no los abandonara, el 3 de septiembre de 1826 dictó una proclama para despedirse: “Colombia me llama y obedezco, no me apartó de vosotros, pues os queda mi amor en el consejo de gobierno”.

Bolívar se embarcó en el Callao hacia Guayaquil, fue la carrera más larga que realizó hasta que se encontró con Páez en Naguanagua cerca de Valencia, había viajado casi cuatro meses unos cuatro mil kilómetros para acudir a la cita con sus paisanos, era un experto apaga fuegos, con su palabra dominaba a cualquiera; cuando ya se estaba acomodando en la ciudad natal de nuevo lo necesitaban en Bogotá; así fue siempre hasta los días de su muerte, por aquellos tiempos una junta de vecinos de Santa Fe envió a un emisario con pliegos para pedirle por favor que regresara y su noble amigo el General Rafael Urdaneta no encontraba la forma para dominar la anarquía desde el palacio de gobierno.

Bolívar fue un líder carismático, solicitado en los distintos puntos de la geografía, al final desde el Ecuador la vecindad quiteña le ofrecía un pedazo de cielo donde pasar sus últimos atardeceres, mientras que en Venezuela sus viejos amigos firmaron un decreto para impedirle la entrada a su patria.