Vientos de estanflación soplan en la economía mundial

Por: Jesús Faría

La estanflación es un escenario económico, en el que se presentan de manera simultánea altos niveles de inflación con recesión. Este concepto surgió a finales de los años 60, pero se popularizó a comienzo de los 70 para describir la coyuntura que afectó a buena parte de la economía mundial, incluyendo, a la estadounidense y a la de Europa occidental.

Hasta ese momento, en el capitalismo se sucedían fases de crecimiento económico, acompañadas por aumentos inflacionarios de los precios más o menos pronunciados, con caídas de la producción, que arrastraban bajos niveles inflacionarios o, incluso, deflaciones (reducción de los precios). Era el clásico ciclo económico capitalista.

Para entender esta situación hay que recordar que al inicio de la década de los 70 se produjeron profundos trastornos políticos y económicos en el mundo: i) los EEUU ponían fin a los Acuerdos Bretton Woods y devaluaba las gigantescas cantidades de dólares que habían puesto a circular en el planeta; ii) crecía el déficit fiscal en los EEUUU, agudizado por el financiamiento de la sanguinaria guerra de Vietnam, el cual era cubierto, esencialmente, con la impresión de dinero inorgánico; iii) se produjo un virulento aumento de los precios del petróleo en los mercados internacionales a consecuencia de la guerra árabe-israelí del año 1973; iv) el dominio de los monopolios no solo debilitaba la potencialidad productiva de las naciones, sino que también alteraban al alza la formación de precios en función de sus ganancias.

Adicionalmente a estos factores se agotaban las fórmulas de políticas económicas keynesianas, que guiaron a las naciones capitalistas en la segunda posguerra a un boom de crecimiento que se extendió por dos décadas. Las políticas expansivas ya no sé traducían en aumento del producto ni del empleo, pero sí exacerbaban la inflación. Mientras tanto, las tradicionales políticas antinflacionarias ya no eran suficientes para bajar la inflación, pero sí golpeaban duramente el esfuerzo productivo y provocaban altos niveles de desempleo.

En los actuales momentos se presenta nuevamente una mezcla explosiva de factores políticos y económicos mundiales muy adversos, en un contexto de agotamiento del modelo capitalista mundial y de arrogancia del imperialismo yanqui, que impone sus intereses de manera violenta e irracional.

En tal sentido, tenemos que la economía mundial aún no se ha terminado de recuperar de los efectos económicos de la pandemia del covid19, que se tradujo en una de las mayores recesiones registradas a lo largo de la historia del capitalismo. Por otra parte, la inyección de gigantescos recursos para la reanimación productiva respondió, básicamente, a los intereses de los más poderosos, como era de esperarse. Estos factores de poder no solo dispusieron de los mayores recursos, sino que en nada contribuyeron a su financiamiento, todo lo cual limitó el efecto reanimador de la producción y provocó importantes presiones inflacionarias por la vía fiscal.

Sin embargo, el factor de mayor peso en el actual escenario que presagia una estanflación son las sanciones ilegales y brutales que aplican los EEUU y sus aliados dentro y fuera de la OTAN contra la Federación de Rusia. Se cuentan por miles las agresiones económicas en el plano productivo, tecnológico, financiero, comercial…, con el objetivo de derrotarla en el marco del conflicto en Ucrania (creado por las políticas de expansión y agresión de la OTAN), así como para debilitarla e impedir el surgimiento de un nuevo orden mundial que sustituya la nociva y peligrosísima hegemonía yanqui.

Frente a ello, Rusia ha respondido con una fortaleza que ha sorprendido a sus agresores. El cuadro de colapso financiero, desplome del rublo, desabastecimiento de lo más elemental para la población, aumento incontrolable de la inflación y del desempleo, no se ha producido. Lo que sí se ha generado son desastrosos efectos energéticos y alimentarios en la economía mundial.

Era previsible que las presiones económicas contra una de las mayores potencias energéticas del planeta iban a tener efectos importantes sobre los precios de los hidrocarburos y sus derivados. El aumento de los precios de los combustibles se ha convertido en uno de los principales motores de la inflación en los EEUU y la UE, que registra los mayores niveles de los últimos 40 años.

Por su parte, las restricciones a Rusia y las consecuencias del conflicto en Ucrania reducirán sustancialmente la exportación de alimentos, en razón de que estas naciones se cuentan entre los principales exportadores de trigo y maíz del planeta; en tanto que los principales exportadores de fertilizantes son Rusia y Bielorrusia, también afectada por las sanciones de occidente.

Esta situación ha traído como consecuencia no solo el aumento de los precios de alimentos, sino también una escasez muy significativa. Esto es tan grave que organismos internacionales alertan contra situaciones de hambruna en las naciones más pobres y en los sectores depauperados de los países más desarrollados.

En este contexto, la inflación en el mundo desarrollado se está combatiendo con políticas restrictivas de la demanda, especialmente, con aumento de las tasas de interés, lo que no está generando los resultados antiinflacionarios deseados, pero si está acentuando las tendencias recesivas de la economía por la vía del encarecimiento del crédito.

Además de esto, la deuda de las naciones y empresas aumentó de manera significativa durante la pandemia y en los años anteriores cuando prevalecieron las bajas tasas de interés. Ahora, con las políticas de altas tasas de interés se produce una carga financiera adicional para la actividad económica.

De tal manera que cada vez es mayor el consenso entre analistas e inversionistas en los mercados financieros internacionales en relación a la inminencia de la recesión. Solo difieren en torno a su inicio, el cual ubican entre finales de este año y el primer semestre del próximo año.

El cuadro actual de la economía mundial expresa la imperiosa necesidad de transitar a un nuevo orden mundial, donde las decisiones se adopten desde la sensatez, la responsabilidad, los intereses de toda la comunidad internacional y en función de la estabilidad política, social y económica del planeta. Ese nuevo orden internacional tiene que surgir sobre las ruinas de la hegemonía imperial yanqui.