Por: Jesús Faría
La operación militar iniciada por la Federación de Rusia el pasado 24 de febrero en Ucrania tiene los siguientes propósitos: i) frenar el grosero y agresivo expansionismo de la OTAN; ii) finalizar una guerra propulsada por el gobierno en Kiev por más de 8 años en contra de las Repúblicas Populares del Donbás que le costó la vida a más de 14 mil personas de esa región; iii) desmilitarizar a Ucrania, que con el apoyo descarado de la OTAN se ha convertido en una creciente amenaza para la seguridad de Rusia y para la paz de Europa; iv) erradicar el nazismo arraigado cada vez con mayor fuerza en las estructuras de poder de la sociedad ucraniana.
De tal manera que el conflicto en Ucrania constituye una clara expresión de la confrontación abierta de la Federación de Rusia y la OTAN, que cuenta con un gigantesco arsenal armamentista y un criminal expediente de guerras y terror. Es así como Rusia cumple con una colosal tarea en nombre de toda la humanidad: frenar una arremetida imperialista de los EEUU y la OTAN, en general, que pone en serio peligro a la paz mundial y, con ello, a la existencia de la vida humana en el planeta.
Ante ello, los imperialismos yanqui y europeo reaccionaron con la agresividad y arrogancia de costumbre. Se desató contra Rusia una guerra total, llamada guerra híbrida en la actualidad, que abarca las áreas militar, diplomática, política, comunicacional, cultural, económica…. Además de reforzar con armas a Ucrania para alargar el enfrentamiento militar desangrando a ese país, por una parte, y desplegar una manipulación mediática global sin precedentes, por la otra; ha aplicado más de cinco mil sanciones económicas, tan ilegales como brutales, contra la Federación de Rusia.
El propósito es evidente: colapsar la economía rusa, provocar el desplome de la producción y la moneda, hacer incontrolables las perturbaciones financieras y cambiarias. Estas sanciones van desde la confiscación de activos públicos y privados rusos en el mundo occidental; pasando por la salida de cientos de empresas occidentales del país; la prohibición de vender a Rusia productos y servicios de toda naturaleza, especialmente los de alta tecnología; la suspensión de compras de todo tipo de productos rusos en el exterior; la exclusión del sistema bancario y de los mercados financieros internacionales; hasta llegar a la prohibición del transporte ruso en los espacios aéreos y puertos marítimos occidentales.
Esta agresión económica apunta no solo a deteriorar la base material de una gran potencia como Rusia y hacerla incapaz de enfrentar los propósitos hegemónicos de los EEUU, sino que también buscan generar un caos social creciente para deponer al presidente Putin.
En ese sentido, las políticas de cambio de régimen aplicadas recurrentemente por Washington para atacar a pequeñas naciones que se rebelan a sus dictados, son adoptadas también contra una poderosa potencia como Rusia, tal como lo señalara recientemente de manera torpe y descarada el presidente Biden en Varsovia. Se trata de una aventura muy peligrosa de un imperio decadente. Sin embargo, la economía rusa ha tenido un desarrollo muy importante en los últimos años. Ha elevado su capacidad industrial; ha acumulado importantes activos financieros para el desarrollo y para atender graves contingencias; el Estado dispone de una elevada fortaleza financiera; existe una fuerza de trabajo altamente calificada; se ha venido integrando crecientemente con potencias emergentes como China y la India, por solo mencionar dos de ellas; entre otras muchas fortalezas. Adicionalmente, el presidente Putin goza de inmenso y creciente apoyo popular.
En este escenario, el gobierno ruso centra sus esfuerzos económicos en garantizar el abastecimiento de bienes de consumo masivo y medicinas para la población, aplacar presiones inflacionarias, preservar el valor de la moneda nacional, frenar la fuga masiva de capitales, garantizar la continuidad de la producción, evitar el desempleo masivo, mantener el ingreso nacional, …
Para superar las actuales contingencias, el gobierno ruso ha adoptado un conjunto de importantes medidas, entre las cuales destacan: financiamiento a la industria y agricultura a bajas tasas de interés; transferencias de recursos para el pago de salarios, así como aumento de las remuneraciones del sector público y de las pensiones; financiamiento para el mantenimiento del empleo en los sectores económicos más afectados; estímulos fiscales y financieros para la sustitución de importaciones; promoción del desarrollo tecnológico nacional; restricción en la adquisición de divisas; aumento temporal de la tasa de interés para detener la salida de capitales, restricción de exportaciones de los bienes de primera necesidad y otros de importancia estratégicas; reintegro obligatorio del 80% de las divisas provenientes de las exportaciones; pago en rublos de las exportaciones rusas de petróleo y gas a Europa; activación de sistemas alternativos al SWIFT (nacional y de los aliados); inyección de recursos a la banca; fortalecimiento de la inversión social.