Conversa y forcejeo

Ubaldo García

Gráfica: Referencial

Los españoles no pueden volar como antes, traen plomo en sus alas!, Sí vienen solicitando tregua es por algo!, Si, un enemigo probado en la guerra como Morillo ha perdido la vergüenza y ha enviado emisarios, es porque hay una catástrofe en la monarquía española!, Si solicitan un armisticio, es que la fiebre los tiene con calenturas y no se sienten con fuerza para continuar la guerra!. Eran estas las cavilaciones de Bolívar en el cuartel del Valle San José de Cúcuta en ese mayo de 1820; dice O’leary en sus memorias: “dormía poco, se levantaba muy temprano, se vestía, empleaba en el aseo personal apenas el tiempo necesario y pasaba a las caballerizas a ver las bestias, a las que hacia cuidar con esmero; estaba pendiente de todo, trataba muy bien a la tropa, en especial a los hombres de la maestranza, dando sugerencias para el arreglo de los fusiles y la mejor manera para envolver la pólvora en los cartuchos”; por aquel tiempo la correspondencia era abundante y se dedicaba parte del día para contestar y dictar las órdenes necesarias, se mecía en la hamaca o simplemente caminaba mientras dictaba las cartas a sus secretarios; los primeros días de agosto de ese año 1820 escribió las instrucciones para el General Urdaneta, pues se ausentaría por unas semanas del cuartel General y le decía: “atienda usted muy bien a los comisionados españoles, que no miren más de lo debido; lo primero es que reconozcan nuestra independencia y sí quieren tregua hay que agarrarles algo; cuando hable con ellos, dígale como cosa suya que yo estaría en disposición de acceder a la suspensión de hostilidades sin ser reconocida la república, sólo sí nos entregan las ciudades de Cumaná, Barcelona, Maracaibo, Santa Marta y Cartagena, que lo más seguro es que caerán pronto en nuestras manos” y agrega en tono de alta confianza: “estas propuestas no deben quedar escritas, ustedes deberán hacerlas en calidad de conversación, como opinión personal y no de gobierno”. Eran las cartas escondidas que cada bando sacaría en un momento determinado; España ofrecía paz pero siempre bajo un gobierno monárquico y en la confianza de la charla también traían sus ofertas personales para tentar la ambición de sus contrarios: habrá un total olvido para los rebeldes, se les recibirá en el ejército español con mayores rangos militares, se les indemnizará con bienes materiales y si desean se mantendrán como gobernadores en sus regiones; así fue el forcejeo de las negociaciones, hoy 200 años después sabemos que aquellos hombres eran irreconciliables, representaban dos sistemas contrapuestos y en aquellos días sólo trataban de ganar tiempo y mirar las potencialidades de sus contrarios en el afán de unos por mantener la dominancia sobre los recursos de la América y los otros por fundar una República con bandera propia.